AVISO IMPORTANTE


viernes, 29 de marzo de 2013

Arquitecturas Utópicas - Megacity 1

Nuevo ejemplo de arquitecturas utópicas. En este caso, Megacity 1, una ciudad que ocuparía la costa Este de Estados Unidos en un futuro no muy lejano. 











viernes, 22 de marzo de 2013

El Pritzker de hace tres años a Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa debió de sorprender a Toyo Ito (Seúl, 1941). Puede que gratamente. Sejima había trabajado para él en la época más vanguardista del arquitecto japonés, cuando levantó la Torre de los vientos de Yokohama, cuya iluminación cambiaba con la brisa. Luego, como ella misma respetuosamente admitió, sus intereses se alejaron. Es cierto, pero también incompleto. Ito se había apartado de la ligereza anterior porque, a sus 71 años, sigue buscando. Esa búsqueda define sus intereses y su obra. También le ha valido el Premio Pritzker. “He proyectado arquitectura teniendo en cuenta que ésta será mejor si nos libramos, aunque sea un poco, de cualquier limitación. Sin embargo, cuando termino un edificio, me doy cuenta con dolor de mi propia incapacidad. Esa incapacidad se convierte en energía para abordar el siguiente proyecto. Ese es mi proceso creativo y, seguramente por eso, mi arquitectura nunca tendrá un estilo fijo ni yo quedaré satisfecho con ninguno de mis trabajos”. Esa ha sido la reacción del arquitecto al saberse, finalmente, ganador del Pritzker. El reconocimiento le llegó mucho antes. El mismo año en que Sejima y Nishizawa recibían este galardón, su país le concedió el Praemium Imperiale. El RIBA londinense lo había condecorado en 2006 y la Bienal de Venecia madrugó para reconocer con un León de Oro toda su trayectoria en 2002. El pasado verano Toyo Ito regresó a esa ciudad italiana. Su propuesta Home-for-All, en el pabellón japonés, no hablaba de experimentación tecnológica ni de innovación material, ni siquiera de formas orgánicas para mejorar la huella dejada por el Movimiento Moderno. Hablaba de la gente que se había quedado sin casa en Fukushima. También allí debía llegar la mejor arquitectura. Ito no se conforma con ahondar en una investigación o perfeccionar un estilo. Por eso al amplio espectro tipológico de su obra se une un abanico formal que impide clasificarlo. La suya es una obra en marcha, una arquitectura que responde a contextos, programas y necesidades concretas: lo opuesto a una firma de autor. No es esclavo de las formas ni de las tecnologías. Y mucho menos, de su propio sello. Tal vez por eso, el arquitecto chino Yung Ho Chang, jurado del Pritzker, ha resumido sus trabajos en uno solo: “Hace avanzar la arquitectura y para conseguirlo no tiene miedo de soltar lo que ya ha logrado”. La versatilidad de Ito está así cimentada en una investigación insaciable que le lleva a la vez a levantar obras que rompen con las jerarquías y las separaciones espaciales, como la Mediateca de Sendai (2001); edificios que emplean la piel como ornamento y estructura, como el rascacielos para Tod's en Omotesando en Tokio (2004); inmuebles que exprimen un peldaño más las posibilidades constructivas del hormigón, como el Tanatorio en Gifu (2006); o pequeñas obras de arte, como el pabellón abandonado hasta su incendio y destrucción en lo que debería haber sido el Parque de Relajación de Torrevieja (Alicante). Ese etéreo pabellón helicoidal de madera corona la mala fortuna de los trabajos de Ito en España. No es casualidad que ninguno de ellos figure en la galería de imágenes que acompaña el dossier del Premio Pritzker. En Logroño, sus viviendas de protección oficial no han encontrado compradores. Y en Barcelona, sus dos torres de la Fira, la nueva feria de muestras, buscaron ensamblar los edificios existentes y dotar de identidad a un barrio emergente con dos iconos difíciles de olvidar. Es cierto que esos rascacielos son más llamativos que excelentes, pero también lo es que cuando el presupuesto y el tiempo se apuran, la arquitectura solo se puede envolver con papel de regalo: pura fachada. Eso sucedió en Barcelona. En Madrid fue peor: el parque ecológico de la Gavia, en el ensanche de Vallecas, debía aprovechar el arroyo que lleva ese nombre, recuperar la antigua topografía del lugar, reciclar el agua de lluvia en uno de sus lagos y esperar a que la biodiversidad también regresara. Solo realizó una primera fase. Una vez inaugurado, dejó de interesar. Se acabó el dinero. La planificación fue nula. El parque hoy es vulgar: lo que debía ser un modelo de sostenibilidad no se sostiene ni él. Así, aunque el nuevo Pritzker retrate a la administración española por su perfil más horrendo, premia sin duda a un profesional que, todavía hoy, con muchas más luces que sombras, merece el galardón. En activo y activando a los más jóvenes, Ito no solo ha demostrado ser incansable a la hora de repensar la arquitectura: lleva unos años repensando también el mundo. Nacido en la Corea ocupada por los japoneses, llegó a su país con dos años. Instalados en Nagano, su madre le encargó una casa a Yoshinobu Ashihara, que había trabajado con Marcel Breuer. Con 12 años perdió a su padre y toda su familia trabajó fabricando miso para hacer sopa. De aquella familia solo sobrevive su hermana. El arquitecto, que tiene una hija de 40 años, enviudó en 2010. Tal vez por eso, en 2011, decidió ceder buena parte de su legado a un museo que lleva su nombre en la isla de Omishima. El nuevo edificio está formado por sólidos poliedros amontonados, pero junto a él se levanta la reconstrucción de la vivienda de aluminio que construyó para sí mismo en 1984. Su mensaje como arquitecto está en ese diálogo: los tiempos, las necesidades y los contextos cambian; la arquitectura debe responder a esos cambios.

Pritzker para una arquitectura mutante

  • Toyo Ito (Seúl, 1941) logra el máximo reconocimiento a su obra
  • Se premia una trayectoria al servicio de las necesidades reales
  • Siempre se ha alejado de la vacua espectacularidad del diseño




El Pritzker de hace tres años a Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa debió de sorprender a Toyo Ito (Seúl, 1941). Puede que gratamente. Sejima había trabajado para él en la época más vanguardista del arquitecto japonés, cuando levantó la Torre de los vientos de Yokohama, cuya iluminación cambiaba con la brisa. Luego, como ella misma respetuosamente admitió, sus intereses se alejaron. Es cierto, pero también incompleto. Ito se había apartado de la ligereza anterior porque,a sus 71 años, sigue buscando. Esa búsqueda define sus intereses y su obra. También le ha valido el Premio Pritzker.

jueves, 14 de marzo de 2013

Italia pide cuentas a Calatrava por el desfase en su puente de Venecia

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/03/05/valencia/1362485749_112343.html

Italia pide cuentas a Calatrava por el desfase en su puente de Venecia

El Tribunal de Cuentas italiano concluye un crecimiento de costes de 4 a 10 millones de euros

EFE Roma 5 MAR 2013 - 13:54 CET



El Tribunal de Cuentas italiano ha fijado para el próximo 13 de noviembre la vista contra el arquitecto valenciano Santiago Calatrava y tres ingenieros acusados de "daño" al erario público por errores cometidos durante la construcción del puente que diseñó para Venecia, inaugurado en 2008.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Los arquitectos, también contra las cuerdas

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/24/valencia/1361730897_267004.html

Los arquitectos, también contra las cuerdas

"Estamos viviendo patéticos momentos que provocan la amarga y extraña sensación de que nuestra sociedad, de alma enrarecida, está contra las cuerdas. Y la arquitectura y los arquitectos también"


Por si no teníamos bastante con la crisis, el paro o los recortes, la sombra negra y desmadrada de la corrupción está tiznando hasta límites insospechados la faz de este país y acorralándolo peligrosamente.

Personajes siniestros y gente sin escrúpulos siempre los ha habido, los hay y los habrá. Están por todas partes y en todos los ámbitos de la sociedad. Aunque los más perversos son los que suelen llegar más alto y han hecho y hacen saltar gobiernos y estados y todo lo que se les ponga por delante. Son los que han leído y conocen al dedillo el libro “El Príncipe” de Maquiavelo, y que aplican sin reparos, caiga quien caiga, aquello de “el fin justifica los medios”. Sin embargo, parece ser que poco o nada han debido leer de Aristóteles, tal vez porque no les interese entrar en cuestiones relativas a la “ética”.

Se ha instalado entre nosotros un liberalismo malentendido y feroz, transformado en libertinaje, que se manifiesta en una desaforada depravación del todo vale, y que nos ha traído los “lodos” que ahora mismo nos ahogan. Por desgracia, y como suele ocurrir, apretando más a los que no tienen nada de culpa que a los que tienen culpa de casi todo. En poco tiempo hemos pasado de vivir una época feliz, engañosa y engañados quizá, a la peor de nuestras pesadillas. Como no podía ser de otra manera, la estafa de estos años ha venido de la mano de la especulación inmobiliaria, donde los “gurtels” y demás elementos cancerígenos han adulado, corrompido y sobornado hasta al más pintado, con tal de hinchar sus bolsillos y la burbuja hasta reventar.

En medio de todo ello, y sin proponérnoslo, hemos estado los arquitectos, aunque unos más y otros -la inmensa mayoría- menos. Y si esta profesión ya estaba “tocada” por la varita del desprestigio desde hace unos cuantos años, los resultados de todo este embrollo son, entre otros, que se esté yendo al garete. La consecuencia más palpable es que por culpa de unos cuantos, la imagen de los arquitectos ante la sociedad está viéndose abocada al envilecimiento.

Ahora todo el mundo anda huyendo de los arquitectos como de la peste, por no se sabe muy bien qué intereses. Quizá por ello, y por añadidura, y por si no estaba ya mal la cosa, desde el gobierno actual andan mareándonos estos días con un anteproyecto de “Ley de Servicios Profesionales”, con la que pretenden que para ejercer la arquitectura no haría falta ser arquitecto y que cualquiera con una titulación de ingeniero o similar podrá hacer también edificios como los arquitectos. No tengo nada en contra de los ingenieros, pero no quiero que nadie que no sea arquitecto invada lo que nos corresponda. Defiendo lo mío, faltaría más. 

Tengo la extraña sensación de que en el origen de todo esto está la corrupción generalizada, y los que se han dedicado a ella, que han confundido hacer edificios con levantar estructuras con tabiques, con las que tanto se han enriquecido algunos. Quienes así piensan, que sin duda lo hacen siguiendo crípticos intereses, han debido pensar, ya puestos, que hacer casas, por ejemplo, es cualquier cosa, que es fácil, y que todo el mundo que forme parte del “mundillo” puede dedicarse a ello, por lo que, en conclusión, también lo puede hacer cualquier ingeniero.

Les importa un bledo la tradición acumulada de nuestro oficio, dándoles completamente igual todo el conjunto de habilidades que un arquitecto posee, y para las que ningún ingeniero ha sido preparado ni es competente, como pueden ser la creación de paisajes sugerentes y emotivos, la recuperación de elementos arquitectónicos de la antigüedad, la dignificación y nobleza de viviendas resueltas con economía, destreza y elegancia, la ordenación de volúmenes con rigor y atención al lugar, la escala o la proporción, el buen hacer constructivo para resolver envolventes que conformen espacios humanos agradables, o la sublime apertura de un óculo para que la luz penetre y componga con emoción esos espacios.

Somos muchos los arquitectos anónimos que hemos ejercido y ejercemos con dignidad, honradez y orgullo nuestro oficio. Pero por culpa de no se sabe quién, se nos ha metido a todos en el mismo saco de ruindad. Ya es hora de decir que no necesitamos de nadie que dude de nuestras competencias y venga a decirnos, a estas alturas, y sin saber ni entender, lo que es la arquitectura, la cultura arquitectónica, y como y a qué hemos de dedicarnos. Esto no es un combate, no consentimos que nadie nos ponga contra las cuerdas.

Los corruptos son capaces de cualquier cosa con tal de salirse con la suya y sus oscuros intereses. Trampean con lo que sea, pagan en negro y hasta si hace falta en amarillo, y les tiene sin cuidado la estética, la ética y la solvencia profesional de los arquitectos. Y, por supuesto, les importa bien poco la arquitectura o la cultura arquitectónica, por lo que, si es necesario, se pone contra las cuerdas a los arquitectos -como pretenden hacer- del mismo modo que no les tiembla el pulso si de lo que se trata es de arrinconar y poner patas arriba a todo un país, destrozando lo que con tanto esfuerzo a toda la gente honesta nos ha costado conseguir.




Vicente Blasco García es arquitecto y profesor de Construcción de la Escuela de Arquitectura de Valencia